sábado, 21 de febrero de 2009

Las "clases particulares": ¿Formación o Consultoría?

Traigo a debate un asunto que me parece interesante para nuestro colectivo profesional. En alguna ocasión habréis tenido que impartir un curso para una sola persona o para un grupo pequeño, habitualmente in company (lo que yo, con sorna, llamo "clases particulares").


Al final y por mucho que prepares el curso como los demás, esto es, con un programa, un índice de contenidos consensuado con el cliente, número de horas y sesiones, etc., se termina convirtiendo en una especie de consultoría encubierta, ya que el/los trabajador(es) asistente(s) ponen encima de la mesa problemas específicos de su empresa, demandándonos una aplicación de lo visto en el aula. Es algo espontáneo, en la que entras llevado por tu afán de dar un servicio profesional.


¿Se os ha presentado esta situación?. En caso afirmativo, ¿cómo lidiáis el toro?.

viernes, 20 de febrero de 2009

Gilipollas o gilipollos. Por favor sacadme de dudas

Estoy hasta las narices de que hablando bien, me miren como a un bicho raro. El título de la entrada ya da idea de que quiero escribir sobre la costumbre "políticamente correcta" de emplear ambos géneros cuando se trata de un genérico, en lugar de sólo el masculino. Y estoy hasta las narices por lo siguiente:

Esta costumbre va en contra del castellano (o español, como quieras). Si admitimos emplear ambos géneros perfectamente podremos escribir Madriz, Varcelona o vurro; total da lo mismo.

Se trivializa sobre la igualdad de géneros. Hay mucho camino por recorrer en este asunto tan espinoso como para andar con tonterías.

Por último algo que nos afecta a los oradores: emplear ambos géneros dificulta enórmemente -yo diría que imposibilita- transmitir ideas y mensajes.

Me hacen gracia los políticos que caen en su propia estupidez diciendo "los ciudadanos y ciudadanas...", ya que me da la sensación de que se han "comido" el artículo determinado femenino; osea, a mi juicio debería ser "los ciudadanos y las ciudadanas...".

¿Habéis sucumbido a la presión u os mantenéis firmes?.

¿Son necesarios los ordenadores en el aula?

Me gustaría conocer vuestra opinión sobre si es interesante o no, pedagógicamente hablando, el que los alumnos cuenten con el apoyo de un PC conectado a internet durante todas las horas del curso. Lógicamente descartamos aquellas acciones formativas en las que la materia tratada obligue a su utilización (p.e. programación); mi planteamiento se refiere a que se considere el PC como un material de apoyo para búsqueda de información.


A mi entender es un elemento negativo más que positivo, ya que despista al alumno que se pone a buscar información lúdica o a mandar/recibir correos. Por Dios qué sufrimiento; con el tiki-taka de los dedos índices apretando el botoncito del ratón, parece que el espíritu de Montes (el del fútbol de la Sexta) ha imbuido a los doce o quince alumnos. Tirando de ironía les suelo decir que vayan al médico y se hagan mirar el "tic" que tienen en la mano.


Hablando en serio, disponer de ordenadores me parece negativo no sólo por la razón apuntada sino también porque el alumno busca información sobre cualquier asunto tratado en clase y te empieza a rebatir "en caliente" porque wikipedia dice que... y no lo que tú has comentado.


La solución sería conectarlos cuando realmente se necesitan, como se suele hacer al apagar la luz para ver las diapositivas, pero no sé si habrá algun sistema electrónico que permita hacerlo si parecer "borde".


Os cedo la palabra...

jueves, 19 de febrero de 2009

Encuesta sobre formación a trabajadores

Juzgo interesantes los resultados de una encuesta realizada por Euskalit (Agencia Vasca para la Excelencia) entre consultores de empresa y formadores colaboradores de dicha Organización:
Tenían que responder a la siguiente pregunta:

¿Qué es primordial para que la formación sea eficaz?. Las respuestas han sido las siguientes:
1.- Que la persona formadora sepa transmitir (43%). 2.- Que se profundice lo suficiente en los temas (0%). 3.- Que se ponga en práctica lo aprendido (46%). 4- Que los objetivos estén claros desde el inicio (11%).
Hay que tener en cuenta que la formación a la que se refiere la encuesta es para trabajadores en activo, tanto a través de cursos multiempresa como in company. Este resultado parece indicar que el futuro de la formación debe encaminarse hacia la combinación de horas teóricas generales y horas de aplicación práctica individuales, considerando las singularidades de cada empresa con representación entre el alumnado.




La estacionalidad de la formación

Si existe una característica de la formación subvencionada esa es la estacionalidad. Podríamos definir este concepto como "el reparto de la facturación a lo largo del año". El hecho de que factures, por ejemplo, 36.000€ anuales no significa que sea en 12 mensualidades de 3.000€.

La estacionalidad existe en todas las actividades económicas. Por regla general un empresario o profesional tiene como mucho nueve meses para facturar lo de doce; en nuestro caso descontemos agosto, 50% de julio, 50% de septiembre, Semana Santa y "puentes varios". Aún hay más; muchas entidades subvencionadoras de la formación para trabajadores en activo llevan a cabo dos convocatorias de cursos al año por lo que la concentración de trabajo alcanza como mucho seis meses al año.

Si a lo comentado en el párrafo anterior le añadimos que muchos cursos son presenciales, nos vemos frecuentemente con un solapamiento de fechas y, por lo tanto, de renuncias a impartir acciones formativas por imposibilidad de estar físicamente en dos sitios diferentes al mismo tiempo. Para más "Inri" la renuncia a un curso puede conllevar la pérdida del cliente por que éste se buscará otro formador competidor tuyo.


jueves, 12 de febrero de 2009

El colectivo inmigrante

Adelanto que algún lector podría catalogar el contenido de esta entrada como xenófobo, pero nada más lejos de mi intención. Me limito a describir las experiencias que he tenido en esas aulas de Dios y en los comentarios que he tenido con algunos colegas.

En primer lugar decir que el conocimiento reducido de la lengua española que tienen los inmigrantes dificulta nuestro trabajo, ya que debemos emplear un lenguaje básico y esto no siempre es fácil si tenemos que manejarnos con tecnicismos. Esto no es un reproche ni mucho menos; simplemente exponer una característica de los cursos dirigidos hacia este colectivo.

Lo que sí es un reproche es denunciar a aquellos inmigrantes (repito, aquellos y no todos) que acogiéndose a la gratuidad de los cursos luego no cumplen con los horarios o con los trabajos encomendados. No sé cómo se funcionarán en sus países de origen, pero deben concienciarse que su integración social y laboral (y por ende, económica) es esfuerzo de los dos lados.

Los alumnos del futuro

Para que el lector se haga una idea más aproximada de mi experiencia docente, imparto tanto cursos de formación dirigida a desempleados como la que tiene como destinatarios a trabajadores en activo.

Una de las cuestiones básicas en cualquier empresa es la vigilancia de su mercado. En este sentido, creo fundamental que los formadores nos fijemos en las generaciones de jóvenes y adolescentes, ya que son los próximos inquilinos de las aulas. Lo que veo venir no me gusta; la falta de educación y de valores que impera en la juventud española nos va a complicar la existencia, especialmente en las acciones formativas dirigidas a desempleados donde en muchas ocasiones se suma la desmotivación.

He trabajado con numerosos colectivos y por regla general los más difíciles de llevar han sido los universitarios sin experiencia laboral, con actitudes en el aula muy lejanas a los que debería corresponderles: "charloteo" constante, utilización de móviles (incluso hablando por el mismo), tirar papeles al suelo, etc., etc. Su comportamieno tensa la cuerda pues te ponen en situaciones a las que no habría que llegar si su comportamiento fuese razonablemente educado. Ya sabes, si les llamas la atención eres el malo de la película y si no o haces, te toman por tonto.

martes, 10 de febrero de 2009

El coste de los cursos

Sería interesante que el alumno asistente a los cursos gratuitos, supiera el coste que tiene la acción formativa a la que acude. Hay alumnos que no se dan cuenta (o no quieren darse cuenta) de que si bien ellos no ponen un euro encima de la mesa, alguien está sufragando el coste. Como sabéis, las partidas que lo componen son de diferente índole: remuneración del profesorado, alquiler de aulas y otros medios didácticos, apoyo de personal adiminstrativo, otros gastos corrientes, etc.
Los centros organizadores y las Instituciones subvencionadoras deberían informar de tal importe a los potenciales asistentes durante su selección. No se trata de meter el dedo en el ojo pero sí de que se valore en su justa medida el esfuerzo que la Sociedad está haciendo; me consta que algunas organizaciones ya han tomado la decisión y la están llevando a la práctica. Que cunda el ejemplo.

A un panal de rica miel...

Parece que vienen buenos tiempos para la formación. Una de las fórmulas que los diferentes Gobiernos Regionales están aplicando o en ciernes de hacerlo, es la potenciación de la formación de trabajadores y desempleados.
Veremos cómo repercute en los docentes ese previsible aumento del número de cursos y por ende cómo se porta doña Calidad. Me imagino que no la dará tiempo para llegar a todos los sitios y dejará cosas a medio hacer.
De momento los gestores de programas están con los dientes afilados al acecho de las subvenciones, nada anormal por otro lado. Lo que me preocupa es esa cantidad de "pseudoprofesionales" de la formación que sólo se mueven ante el dinero fácil. El daño que hacen al sector formativo es, en muchos casos, irreparable ya que el alumno tiende a meter a todo el mundo en el mismo saco.

lunes, 9 de febrero de 2009

¿Por qué dicen "sí" si luego es "no"?

Me refiero a las propuestas presentadas. Cuando un cliente (léase consultora o centro de formación) se pone en contacto con nosotros, nos solicita un índice de la acción formativa supuestamente en consonancia con los objetivos perseguidos y el público-objetivo.
Tú obedeces como buen proveedor que eres y presentas una oferta "niquelada" y al cabo de unos días van y te la aprueban. ¡Alegría!; ya tenemos curro. Preparas el manual, ejercicios para resolver en el aula y el primer día de clase vas nervioso pero contento y seguro de tu trabajo.
Pero ¡¡¡horror!!!, el nivel de conocimientos de los alumnos es muy superior al que te habían dicho, has preparado un curso de nivel básico y tenía que haber sido de nivel intermedio. Además, no les han explicado el índice que presentaste en su momento sino que alguien que estuvo seleccionando a los alumnos, les contó una película diferente.
Está claro que el docente no tiene la culpa de la situación, pero de momento le toca replantear el curso con unas pocas horas de plazo y si aun así su esfuerzo no es reconocido por los alumnos, estos dictarán sentencia en sus respectivas evaluciones finales. Mientras tanto, los intermediarios organizadores ni se despeinan; siguen a lo suyo porque si intentas comentar el conflicto planteado, en ocasiones ni te atienden porque "están seleccionando alumnos para otro curso". El círculo se cierra y habrá otro(a) compañero(a) que se encontrará con el mismo problema dentro de unos días.

La tiranía de doña Calidad

La actividad formativa no se salva de caer en las garras de doña Calidad. Ya sé que es necesario establecer unos parámetros de actuación; una forma estandarizada de hacer las cosas, pero lo que veo es que al final somos los consultores independientes o las micropymes consultoras quienes más cargamos con el peso de aquella.
En primer lugar, doña Calidad mira nuestro trabajo con lupa, de tal forma que si no alcanzamos el mínimo exigido (parámetro, por cierto, muy subjetivo), no volveremos a trabajar para ese cliente. Aquí el lector puede acudir a la entrada anterior de "la falta de puntualidad de los alumnos" y el peso de la opinión de éstos para completar mi visión del asunto.
En segundo lugar debe etenderse que por nuestra escasez de recursos humanos y materiales, tenemos que cubrir muchas sillas con el mismo trasero. Solicitar justificantes de estar al corriente de pagos con la Seguridad Social y Hacienda, amén de otros trámites variados cada vez que facturamos llega a paralizar nuestra empresa "cada dos por tres", ya que las horas dedicadas a dichos menesteres no se pueden dedicar a facturar.

domingo, 8 de febrero de 2009

La falta de puntualidad de los alumnos

La "hoja de firmas" es un papel en el que los alumnos justifican su asistencia, pues sólo se entrega el diploma a aquellos que hayan acudido a clase un mínimo del 75% de las jornadas. El problema surge en los cursos largos, a los que yo denomino "tipo INEM", ya que con el transcurso de la acción formativa, los alumnos se relajan en el cumplimiento del horario; la entrada es un constante goteo durante los veinte o incluso treinta minutos posteriores a la hora fijada.
Salvo que exista causa justificada (conocida por la entidad organizadora y aceptada por ésta previamente), el comportamiento de los impuntuales me parece egoísta ya que alguien está pagando lo que ellos disfrutan gratuitamente. Además, es muy posible que otras personas interesadas se hayan quedado sin plaza. Ante esta situación al formador se le presenta una disyuntiva: "pasar" del tema centrándose en el área docente y que arree la entidad organizadora, o intentar solucionar conjuntamente con ésta el desaguisado que supone la impuntualidad.
Si elige la primera posibilidad, el trabajo va a ser más cómodo ya que se centrará en impartir los temas, pero corre un serio riesgo de convertirse en el hazmerreír del grupo. Probablemente la situación explotará en un momento dado y su imagen profesional frente a la entidad organizadora bajará muchos enteros. También debe considerar que con su actitud permisiva favorece al impuntual frente al puntual.
Optar por la segunda posibilidad necesita de la apuesta decidida por parte de la persona responsable de la consultora o centro de estudios organizador, algo que no siempre se produce porque el asunto es una "patata caliente". Tal y como está montado el negocio de la formación, la opinión y credibilidad del alumno está por encima de las del formador. Gracias a la evaluación final, el primero puede señalar explícitamente al segundo como el culpable de todos los males (no enseña, pierde el tiempo, no domina la materia, etc.), mientras que el profesor emite una evaluación conjunta del curso, muchas veces dirigida más a opinar sobre los recursos materiales que los humanos.

Declaración de Intenciones

Abro este blog de forma anónima para poder opinar libremente sobre todos los asuntos que rodean a nuestra profesión. Me gustaría que los lectores participaran abiertamente, proponiendo temas y comentarios para debatirlos.