Traigo a debate un asunto que me parece interesante para nuestro colectivo profesional. En alguna ocasión habréis tenido que impartir un curso para una sola persona o para un grupo pequeño, habitualmente in company (lo que yo, con sorna, llamo "clases particulares").
Al final y por mucho que prepares el curso como los demás, esto es, con un programa, un índice de contenidos consensuado con el cliente, número de horas y sesiones, etc., se termina convirtiendo en una especie de consultoría encubierta, ya que el/los trabajador(es) asistente(s) ponen encima de la mesa problemas específicos de su empresa, demandándonos una aplicación de lo visto en el aula. Es algo espontáneo, en la que entras llevado por tu afán de dar un servicio profesional.
¿Se os ha presentado esta situación?. En caso afirmativo, ¿cómo lidiáis el toro?.